Publicado en El Periódico de Catalunya 1 – 2
Hay ciertas personas en Palermo que no están muy contentas de que vuestro negocio vaya bien. Yo las conozco y puedo ayudaros. Si me dais 400 euros, les hago un regalo y ellos se quedarán tranquilos». Cuando escucharon esas palabras, ambiguas solo para quienes no viven en tierras de la mafia, a Nicoletta Scimeca y a sus hermanos se les vino el mundo abajo. Hacía solo tres años que habían decidido desacatar el destino de emigración al que la falta de trabajo condena a miles de sicilianos y habían montado un salón recreativo en su pueblo, Cáccamo, a50 kilómetrosde Palermo. Pero ellos no quisieron cambiar el fruto de su trabajo por una supuesta tranquilidad. «Porque la mafia, si te pide dinero, en realidad quiere tu consentimiento», afirma ahora Nicoletta con la voz alegre de sus 24 años.
Denunciaron a su extorsionador, que fue detenido y condenado a cuatro años de prisión. Al mismo tiempo empezó la condena a Nicoletta y su familia por parte de sus vecinos, un ostracismo silencioso que los aislaba. «Si hablas con la policía te consideran un infame, un delator», dice Nicoletta. Durante un año nadie se atrevió a asomarse a la puerta. Al miedo a posibles represalias, se sumaba el acecho de las deudas. Esta situación duró hasta que al cabo de un año, en el 2004, Nicoletta se enteró de que existía en Palermo la asociación Addiopizzo, que da apoyo a las víctimas de la extorsión, el pizzo. Sin decir nada a sus hermanos, les contó su historia. Los de Addipizzo organizaron una fiesta en el bar en la que participaron 200 personas. «Para mí fue un nuevo nacimiento», recuerda. Ella había logrado romper el muro de la omertá, ese silencio cómplice amasado de miedo y cobardía que convierte en culpables a las víctimas. Esa ley por la cual es tabú hablar de mafia. Sin embargo, no se siente una heroína. Ella ha decidido hablar públicamente de la mafia porque ama a su tierra y no quiere que sus hijos tengan que luchar contra el hedor de la complicidad y de la violencia.
Como Nicoletta, en los últimos años, un número creciente de mujeres ha tomado un papel relevante y más visible en la construcción de ese cordón sanitario constituido por la sociedad civil que opera en los territorios azotados por el crimen. Aunque mujeres que se rebelan contra la mafia ha habido siempre, ahora dan un paso adelante reivindicando valores tradicionalmente femeninos: no hay nada más opuesto a la violencia mafiosa, vienen a decir, que la lucha pacífica y la ética del cuidado.
Es lo que Laura Nocilla (Palermo, 1971), fundadora de la asociación Addiopizzo, define como maternage. La razón de su lucha: sentía furia porque todas las oportunidades estuvieran atrapadas por los tentáculos de la mafia. Estaba harta de que su hermana y sus amigos hubiesen emigrado, de que la condena a los asesinos de Libero Grassi, el primer comerciante que denunció a sus extorsionadores, había pasado desapercibida y los empresarios seguían pagando.
Laura Nocilla tapizó Palermo con pegatinas que decían: «Un pueblo que paga el ‘pizzo’ no tiene dignidad»
Una noche de junio del 2004, con otros seis amigos, tapizó el centro de Palermo con centenares de pegatinas parecidas a obituarios: «Un pueblo entero que paga el pizzo es un pueblo sin dignidad». La iniciativa tuvo mucho revuelo mediático y al cabo de un año Laura y sus amigos fundaron el comité Addiopizzo, con la intención de hacerse portavoz de una revolución cultural antimafia. Su actividad se centra en sensibilizar a comerciantes y al resto de la ciudadanía, sobre todo estudiantes. Ahora otros 650 empresarios se han sumado. Una de ellas, Nicoletta Scimeca.
«Las comerciantes han sido las primeras en comprometerse, y las que han involucrado a sus colegas», dice Nocilla. «Han tenido un rol propulsor, porque pensaban que si una madre se atrevía a enfrentarse a la mafia, tal vez fuese por una causa por la que valía la pena», añade.
La extorsión no representa solo una enorme fuente de ingresos: es sobre todo la manera con la que los clanes marcan las fronteras de su territorio. Y también un cincel que labra en el alma de los chantajeados el sello contagioso de la sumisión. Laura Nocilla explica: «Para hacer más eficaz nuestra acción hay que cuidar las relaciones. No se trata solo de valentía, de ingenio, de capacidad de comunicación. Hablo de la capacidad de consolidar las relaciones, de amarlas, de cuidarlas».
Indignada por la escabechina perpetrada por la ’Ndrangheta calabresa en Duisburgo en el 2007, en la que seis personas ligadas a esta mafia fueron asesinadas, Laura Garavini (Vignola, 1966), comprometida durante 20 años con la integración de los italianos en Alemania, fundó en Berlín la asociación Mafia? Nein, Danken (¿Mafia? No, gracias), inspirada en la asociación Addiopizzo. «Queríamos denunciar la extorsión que sufrían los restauradores italianos, a quienes les obligaban a comprar productos de origen mafioso», dice Garavini. «Pero queríamos también responder a la prensa alemana que declaraba ‘donde hay pizza hay mafia’. Nosotros decíamos lo contrario, que ¡ser italianos quiere decir ser antimafiosos!».
Laura Garavini «La maternidad implica querer legar
el bien a las generaciones futuras»
Gracias a esta iniciativa, en diciembre del 2007 se realizó la mayor operación contra la extorsión fuera de Italia. Decenas de restauradores de Berlín informaron a la policía de que habían recibidos amenazas dela Camorra. La movilización permitió a la policía detener a los extorsionadores y se ganó el aplauso general. «La mafia actúa a escala internacional, nosotros también debemos hacerlo», asevera Garavini, quien desde el 2008 sigue su batalla como diputada del Congreso italiano y vocal del Partido Demócrata enla Comisión Antimafia del Parlamento. «Las nuevas mafias son pérfidas, corroen el tejido económico y social. Por eso es fundamental que la batalla sea conducida sobre todo por los ciudadanos. Y las mujeres podemos asumir un papel destacado, porque tenemos un sólido sentido de la legalidad. Yo creo que la maternidad comporta un mayor sentido de la libertad y del bien para las generaciones futuras que hacen intolerables los sistemas criminales». Para Garavini, la escasa presencia de las mujeres en la Comisión Antimafia, como en el resto de los vértices de la sociedad, solo refleja «el muy limitado reconocimiento del papel de la mujer hoy en Italia».
Quien se muestra muy crítica con la política y los dirigentes italianos es Sonia Alfano (Messina, 1971), eurodiputada y exponente del informe sobre las mafias en Europa, presentado en Bruselas en marzo. «Cada vez son más evidentes las infiltraciones de las mafias en Alemania, Holanda y España. No se trata solo de un problema de Sicilia o de Italia, es un cáncer en la política de los países europeos».
Un frente fragmentado
Hija de un periodista asesinado en 1993, acaba de publicar el libro La zona d’ombra, en el cual denuncia los intereses que han impedido, tras cuatro juicios penales, la reconstrucción de los hechos. «En Italia, la lucha contra la mafia se ha relajado mucho, en parte por la implicación, de manera transversal, de la política y de las instituciones.
Es muy simple: ¡el Estado no puede procesarse a sí mismo!». En el Parlamento italiano, al menos 70 diputados y senadores están condenados, imputados o con delitos prescritos, y algunos incluso están acusados de colaboración. A su papel institucional, Sonia Alfano agrega su activismo con la asociación de familiares de víctimas de la mafia, de la que es fundadora y presidenta.
Sonia Alfano,«La lucha contra la mafia se ha relajado: el Estado no puede procesarse a sí mismo»
«Las mujeres comprometidas tienen más determinación de ir hasta el fondo». En general, admite, el frente antimafia está muy fragmentado y, a menudo, aquejado de personalismos. Sin embargo, en los últimos años hay más entidades presentes en el territorio.
Es lo que destaca también Rita Borsellino (Palermo, 1945), quien se movilizó a raíz del asesinato de su hermano Paolo, el fiscal-símbolo de la lucha contra el crimen. «En la historia de la antimafia, las mujeres han tenido un papel muy importante, porque, tal vez más que los hombres, sienten la necesidad de un cambio profundo, de actuar en el interior de la sociedad».
Rita Borsellino, «Nosotras sabemos luchar a largo plazo»
Cofundadora en 1995 de Libera, una asociación que se ocupa, entre otras cosas, de cultivar viñedos y olivos en las tierras decomisadas a la mafia, Borsellino conoce la dificultad de sembrar la semilla de la legalidad en una tierra abonada con la violencia y el delito. «La mujer da a la luz a sus hijos, los educa, les transmite los valores. Se involucra en aquellas actividades que no tienen resultados inmediatos, sino a largo plazo», afirma la activista, que en el 2009 saltó al Parlamento Europeo e ingresó en la comisión de libertades civiles y justicia.
«A veces, en los momentos más duros te preguntas por qué no has optado por callar y seguir adelante», confiesa Nicoletta Scimeca, la comerciante que denunció la extorsión. Y acto seguido ofrece la respuesta: «Probablemente yo no veré los frutos de mi compromiso. Pero creo que, algún día, ¡mis hijos sí lo verán!».